Siento la obligación moral de dirigirme a ti de manera
pública para transparentar tu oscurantista propósito de dignificarte como
hombre íntegro de ideas progresistas siendo sólo un farsante de usos
desalmadamente estafadores, un parásito carroñero al acecho de tus víctimas más
debilitadas para fortalecerte en la impunidad del saqueo aprovechando la
ocasión de manera vil y despiadada.
Tú presumes de tanto y eres incapaz de verte en el ridículo
trasfondo de tu soberbia enfermiza, dios de las infamias que declaras por tu
boca; acaso la edad no sea un paliativo para excusarte tu mediocridad de
espíritu y sí un agravante por ser al acumulado de los años el resultado de una
demente carrera de sinvergüenza, orquestada desde el fingimiento de la
honestidad inexistente y la moral más dañina con tu prójimo, por tu
acostumbrada presunción de ateísmo que te impide colocar barreras a la avaricia
y las codicias de tu ser certeramente malvado.
No eres solo capaz de robar un cadáver, pues tu abyección es
capaz de asesinar un moribundo para robarle lo que lleva encima. No te importan
tus semejantes ni la condición de la tragedia en quien la sufre. Tan ciego de
ti mismo te expones presumido y sin entrañas que sólo vives para ti y tus
artimañas, ésas que encubres como pragmático reputado, filántropo de pacotilla, ideólogo
vergonzante que te manifiestas como un eslabón de la corrupción que
históricamente aherrojó a España con la excusa de la instauración de un régimen
a propósito de la igualdad y la libertad.
En ti llevas los genes del latrocinio
sin reservas y bastaba que en la actualidad se te pusiera a prueba la lealtad,
la honradez, la nobleza, la piedad y la ecuanimidad, para desnudarte de todo
disimulo y quedar ridículamente abrigado de tu hedionda e incalibrable altivez
pergeñando la peor estafa, el mejor golpe de engaño que tu retorcida alma era
capaz de perpetrar aprovechándose del drama de miles de personas necesitadas
del oxígeno que tú no has dudado en racionar, sin importarte la asfixia de
nadie o la muerte de los desesperados al borde del quebranto de sus
resistencias.
De haber atisbado algo de tu repugnante capacidad de
engañador, jamás habría ido a hablar contigo para exponerte la planificación de pagar a los Inversores y ayudar a tu amigo José María Ruiz-Mateos que ya ha
comprobado la artera disposición de tu endemoniada caradura.
He de contar públicamente, en extensa dedicación, la correosa dignidad de tu
inexistente humanidad, esa que tan bien disimulas tras la altanería de tu
intelecto, la charlatanería de tus excusas para vivir de tu alimentado ego en
busca del oportunismo del sablazo que muy seguramente habrá sido consigna
repetida de tus mal ganadas haciendas, siendo un jugador de ventaja incapaz de
escrúpulos y mañoso en eludir el descubrimiento de tus diligentes argucias.
No seré quien calle ante la repugnancia que me provoca tu
avanzada edad, acorde con tu bajeza moral que has demostrado intentando
apropiarte de tan desmesurado beneficio aprovechando el drama de los Inversores
y la situación caótica de D. José María que, al igual que yo y otros, sabemos
de qué putrefacta concepción personal estás constituido: salgan tus vergüenzas
de experimentado ladrón y aflore la verdadera fama que ha de perseguirte debajo
de la tierra, cuando creas que no habrá nada más que lastre tu espíritu
materialista y tengas que rendir cuentas más allá de la ignorancia de tus bufonas
egolatrías… pues hay Dios pese a tus ciencias enfermas y no solo será despojo
tu cuerpo, sino que habrás de sentirlo igual con tu ser cuando termine tu
andanza de cruel parásito que hoy denuncio por pura cuestión de Justicia; la
única que por méritos propios, los otros profesionales y políticos son
espejismos, mereces.
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